El gran Salto del Tequendama
El Salto del Tequendama fue la casa de mamuts hace
millones de años. Este lugar prestó sus piedras para que desdichados saltaran a
buscar una tregua con sus problemas. Fue lugar de recreación, de aguardiente y
paseos sabaneros. Incluso, también fue parte de la historia del transporte en
Colombia, cuando la casa que queda al frente de la cascada funcionó como
estación de la Línea Sur de Ferrocarriles Nacionales, restaurante y hotel.
Durante años este rincón de Soacha padeció del olvido de los ciudadanos y de
los gobernantes, pero un grupo de profesionales, llamado la Fundación Granja
Ecológica El Porvenir, quiso cambiarle la cara y ahora este espacio se
convirtió, además de un bello paisaje, en una casa museo.
LEYENDA DEL SALTO DEL TEQUENDAMA
En
el imperio Chibcha en la Colombia precolombina,- el pueblo de los
bacataes siglo los malos consejos del dios Huitaca. Es así que comenzaron a
negarle las ofrendas a su dios Chibchakum, hablando mal de él y llenándolo de
ofensas. Resentido y cargado de ira por este comportamiento, Chibchakum buscó
darles un castigo y empezó a juntar agua de todas partes. En esta tarea
vengadora trajo los ríos Sopó y Tibitó, los que crecieron grandemente e
inundaron toda la sabana bogotana acabando con todos los cultivos.
La furia del
dios empezó a causar hambre en los miles de pobladores.
La
situación obligó a que caciques y sacerdotes se reunieran buscando solución,
la misma que fue a buscar al dios Bochica. Durante muchos días y
noches se hicieron sacrificios y ofrendas clamando a Bochica por el fin de las
calamidades que trajo la inundación.
De
pronto, en una soleada tarde, hizo su aparición un gran arco iris en medio de
un ensordecedor ruido que estremeció a todos los sufridos castigados.
En la
cúspide del arco, radiante y esplendoroso apareció Bochica portando una gran
vara de oro.
Como
prueba de que había escuchado las súplicas de los bacataes, arrojó la
vara hacia el monte Tequendama que represan el agua y sus rocas se abrieron y
las aguas se precipitaron.
Las aguas
que caían en copioso torrente dieron lugar a lo que hoy se llama el Salto
de Tequendama y la sabana quedó sin aniegos y libre de las aguas.
Sin
embargo, Bochica actuó con sabiduría y dejó los ríos Sopó y Tibitó, pues sabía
que servirían para los cultivos. Los bacataes agradecidos jubilosos alababan a
Bochica pronunciando su nombre, por las bondades de librarlos de la inundación.
El trabajo de Bochica culminó con el castigo a Chlbchokurn, condenándolo a
cargar la tierra sobre sus hombros, que hasta ese día era cargada por
cuatro inmensos guayacanes, y esa es la causa por la que a veces la tierra
tiembla.
EL MISTERIO DE LOS SUICIDAS DEL SALTO DEL
TEQUENDAMA
Esta imponente cascada, a 30 kilómetros al suroeste de Bogotá, encarna
las tentaciones de Dios y fue la tumba definitiva de muchos desesperados hasta
el 22 de enero 1941. Ese día, por primera vez, se logró recuperar un cadáver de
este cementerio natural: “gracias a esta forma de suicidio, las familias de los
desdichados se ahorraban los costos del entierro, pues la caída garantizaba una
desaparición total”.

Mientras subía el sol, e imaginábamos lo que allí vivieron cientos de
suicidas, la cascada empezó a emitir un repugnante olor. Pese al frío y al
hedor, dormimos hasta las nueve de la mañana, hora que llegaba la persona que
nos permitiría ingresar al viejo edificio. Tiempo atrás, también a esta hora,
solía llegar el policía que custodiaba el Salto durante los años dorados del
suicidio. Su trabajo consistía en no solo espantar a los desesperanzados que
querían saltar sino además a los turistas que venían a fotografiarlos. Por eso,
los suicidas empezaron a preferir la noche para su clavado final. Las horas más
comunes eran desde las cinco de la tarde hasta las nueve del día siguiente.
LOS FANTASMAS DEL HOTEL DEL TEQUENDAMA
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